Tirante el Blanco

Llegado a Constantinopla, Tirante es recibido con honores y se le otorga el mando del ejército imperial. En las presentaciones protocolarias, conoce a la princesa Carmesina y ambos se enamoran a primera vista. Tirante le confiesa su amor mediante un ingenioso juego verbal sostenido por un espejo.
Los enamorados, concentrados en sus dudas y tentaciones, no son conscientes de la triangulación de intereses que en torno suyo se ha creado: un complot de mujeres cortesanas interesadas en que Tirante despose a la princesa para así tener un Emperador joven y guerrero, una aya de la princesa, la Viuda Reposada, está enamorada secretamente de Tirante y en sus planes de futuro inmediato no entra el compartir el objeto de su amor con otra mujer y el Gran Turco, musulmán, puede que negro pero sin un pelo de tonto, estratega asediador de la ciudad que está dispuesto a posponer la adhesión de la ciudad a su imperio si Carmesina acepta desposarle (no lo dice pero se entiende que está dispuesto a tomar el postre antes del segundo plato).
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