Munich

Munich, septiembre de 1972.

Hacia las 4:40 del día 5, mientras los once deportistas olímpicos israelíes dormían, ocho miembros del grupo palestino Septiembre Negro, vestidos con chándal y llevando pistolas y granadas en bolsas de deporte, escalaban la verja de dos metros que rodeaba el complejo de la Villa Olímpica.

En el asalto, los palestinos asesinaron a dos atletas israelíes y tomaron a los otros nueve como rehenes.

21 horas después, en un frustrado intento de rescate, morían los 9 rehenes y 5 de los 8 asaltantes.

El atentado terrorista fue retransmitido en directo para 900 millones de telespectadores y marcó el comienzo de una era marcada por el estigma de una violencia impredecible, inagotable e interminable.

Un joven agente secreto israelí, dolido y furioso por el salvaje atentado, es propuesto para una misión sin precedentes: se le pide que abandone a su esposa embarazada, que olvide su identidad y desaparezca de la faz de la tierra para cazar y matar a los once hombres acusados por los servicios secretos israelíes de haber planeado la matanza de Munich. No estará sólo, liderará un equipo de cuatro compatriotas.

Atrapado entre el deseo de justicia y las crecientes dudas, el desarrollo de la misión empieza a corroer las convicciones del protagonista quien, además, empieza a deducir, empíricamente, la implícita ley del coto: "cazador, cuanto más tiempo dure la caza más probabilidades de convertirse en presa".