
La sombra de un secuestro es alargada, muy alargada. Es como cuando caminamos con el sol bajo y nuestra sombra se prolonga extendida, más allá de lo que nuestro cuerpo abarcaría si cayera al suelo, confiriéndonos el aspecto del "increíble hombre de goma", y nos deforma salvajemente cuando alcanza una pared en la que poder trepar para volver nuevamente a estirarse elásticamente cuando acaba la pared. Al igual que con la sombra ocurre con el tiempo en el caso de un secuestro, está el tiempo del cuerpo o acción principal y está el tiempo de la sombra o acción condicionada.
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