La vida secreta de las palabras

La empresa se ve en la obligación contractual de "invitar" a tomarse unas vacaciones a una de sus empleadas: ni tan siquiera ha cursado baja por enfermedad desde que entró a trabajar años atrás. La empresa no quiere problemas con el sindicato.

Ante la perspectiva de perder el empleo, Hanna (Sarah Polley) se toma unos días de descanso laboral en un pueblecito costero. Hanna no quiere problemas con la empresa.

Hanna pasa el tiempo mirando el mar y observando la plataforma de extracción que se recorta contra el horizonte, atraída por la inmensidad del despoblado océano, la fragilidad de la torre que se yergue resistiendo los embates del incansable oleaje y la sensación de seguridad que le sugiere el hecho de estar a kilómetros del lugar habitado más cercano. Hanna es una mujer solitaria y misteriosa que no quiere problemas con la gente.

Un día, Hanna ve cómo la torre de extracción se ha convertido en una chimenea en medio del mar. Poco después, en el restaurante del hotel, oye la conversación telefónica que mantiene un empleado de la compañía propietaria de la torre: se ha producido un incendio con el balance de un muerto y un herido con quemaduras. La compañía no quiere problemas: ha suspendido la extracción y busca una enfermera que cuide al quemado. En cuanto concluye la llamada telefónica, la compañía ya dispone de una experimentada enfermera dispuesta a establecerse en la plataforma.

Josef (Tim Robbins) se ha quedado ciego, temporalmente, como consecuencia de la exposición al fuego. Las quemaduras que ha sufrido le retienen, inmovil, en cama; tan sólo puede hablar y no está dispuesto a perder el contacto con el entorno.

Entre Josef (que busca compensar la falta de visión con la palabra) y Hanna (que busca enterrar ciertas visiones con el silencio), entre cura y comida, entre emplasto y atención, crecerá una extraña intimidad, un vínculo lleno de secretos, verdades, mentiras, humor y dolor, del que ninguno de los dos saldrá indemne y que acabará cambiando sus vidas.